viernes, 8 de abril de 2016

Emoción uno. De la tristeza y también de su madurez (o la propia)

Buenos días, amiga.
Hace tiempo que te esperaba.
Toma asiento, aquí, cerquita.
Ahí está bien, tampoco hace falta que ocupes mi sitio.

En tu ausencia han cambiado mucho las cosas.
Tanto,que me cuesta nombrarlo.
Aunque, pensándolo bien, creo que no han sido las cosas,
si no que he sido yo la que ha cambiado.

Te he reconocido desde lejos
Sin agobios, ni prisa, te esperaba
para que de golpe te encontraras
con este nuevo muro, que afortunadamente, ya no lo es.

No me mires así.
Claro, no estás acostumbrada a que te abran el paso al llegar.
Te entiendo, tranquila.
Siempre, allá donde fueres, te sientes maltratada,
haciéndote así más fuerte para acabar
invadiendo
cada
poro
de la
piel.

Hoy, ya que te miro por fín,
te invito a un café calentito.
Y si, mañana también.
Me los tomaré contigo.
No tengo prisa esta vez porque te vayas.
Quiero saber para qué has llegado ahora,
entenderte sin pararme,
seguir cambiando contigo,
hasta que te vayas.
Sé qué lo harás.

Te acepto.
Cuéntame...






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